miércoles, diciembre 12

Antes de viajar



Amaneciendo a las 10
Anchorage, Alaska
Diciembre 2007

En dos días salimos de viaje a recorrernos medio mundo. Primero Seattle, con una paradita de 3 días para visitar a la familia y los amigos. Paradita que ayuda a hacer más llevaderas las treinta y pico horas de aviones y aeropuertos que tardamos en llegar a España desde Aniak. Luego a la península, donde más que irnos de vacaciones parece que nos fuéramos de gira, como las resurgidas Spice Girls esas. Volviendo a casa por Navidad como el turrón y recorriéndonos un montón de kilómetros para ver a todo el mundo: Madrid, Santiago, Teruel, Tarragona, y con suerte, hasta Granada. Y finalmente, antes de volver a casa, nos tomaremos unas vacaciones de verdad y nos iremos a Egipto, a pasar unos días con el hermano de David y su familia, a descansar, ver un poco más de mundo y a que Naím disfrute un rato más de sus primos.

Una parte de mí tiene muchas ganas de ir. Otra parte de mí no tiene ningunas. Esa parte preferiría quedarse en Aniak tranquilamente, viendo amaneceres hermosos desde la ventana de la cocina a las 10 y media de la mañana, cosiendo guantes de piel de castor para Naím, dando clases de yoga, haciendo pan, cocinando, recibiendo y dando masajes, disfrutando de nuestra sauna, sacando fotos a los paisajes helados que me rodean, compartiendo ratos con David y Naím, los tres juntos... Esa parte de mí quiere disfrutar al máximo de esta vida de lujo que tenemos ahora mismo, sin estrés, sin prisas, sin atascos de tráfico...

Estoy tremendamente agradecida por la oportunidad de vivir esta aventura tranquila que estoy viviendo en este lugar inhóspitamente acogedor. Aún no me he ido y ya tengo ganas de volver...

martes, noviembre 27

Cambios



"Agárrate"
Aniak, AK
Noviembre 2007


Poco a poco las cosas van cambiando y tomando una forma más definida para nosotros en esta esquinita salvaje del planeta. Todos los cambios están siendo positivos y hoy ya sé que el día que la vida me lleve a otro lugar, echaré de menos este pueblito perdido en la tundra de Alaska, mi hermosa cabaña, y la vida tan diferente que estoy llevando.

Uno de los cambios más curiosos estos días está siendo mi relación con el frío. Hasta hace muy poco, cero grados me parecía un frío de carallo. Hoy en día cero grados son, como dice el dicho, ni frío, ni calor. Salgo a por leña con una chaquetita fina a cero grados y ya no percibo el frío. Al contrario, me parece una temperatura fresca y agradable. Que curioso, ¿no?

Otros cambios sorprendentes y de los que estoy muy agradecida, los ha traído consigo mi racha social de las últimas semanas. He conocido a una chica que trabaja en la farmacia del pueblo y para mi gran deleite resulta que es masajista. Quién iba a imaginar que en Aniak íbamos a ser dos las masajistas, y que se me fuese a abrir una puerta a la posibildad de intercambiar masaje y cuidarme de esa manera. Como si se me apareciera un angelito, de esos que ayudan a que las experiencias polares sean positivas. Nos convencimos mutuamente al primer contacto y ahora todos los domingos nos encontramos en mi casa. Un domingo ella recibe masaje y al domingo siguiente lo recibo yo. Del masaje salimos directamente a la sauna calentita que ya nos tiene preparada David como preludio a la que luego se toma él. Eso sí, mucho más caliente que la nuestra. Tanto que yo la definiría casi como masoquista.

Por si encontrarla a ella no hubiese sido poco, resulta que esta chica vive con un hombre que además de ser un tipo muy majo y con pinta de poder llegar a ser un buen compañero de aventuras, especialmente para David, también es un manitas de la construcción y por lo que parece, uno de los pocos hombres a los que no les cuesta semanas y semanas plantearse el hacer unas chapucillas aquí y allá para otra persona en el pueblo. Algo no muy frecuente en Aniak, la verdad. Nuestra aventuras con dos supuestos fontaneros del pueblo dan como para dedicarles una entrada aparte. Así que siendo novatos en Alaska, encontrar a alguien que sabe hacer de todo en una casa y además es amigo es como encontrar otro angelito.

Y ya que va la cosa de angelitos, no puedo dejar de mencionar a Zaden (pronunciado Seidan), su hijo de 17 meses. Es un amorcito de niño que gorgojea todo el rato como un pajarito y se te echa a los brazos a la primera de cambio. Todo un regalo para sus padres, y ahora también para Naím. Esta semana hemos descubierto que se llevan estupendamente y Zaden ya se ha pasado un par de tardes en casa.

Así que poco a poco vamos creándonos una pequeña y variopinta comunidad alrededor. Sin ella, sería mucho más dificil pasar aquí el invierno. Un invierno que de vez en cuando nos regala días frescos y agradables, a cero grados.

¡Cómo son los cambios! El miedo que nos dan a veces... ese famoso miedo a lo desconocido. Y luego te das cuenta que una vez que decides vivirlos estando realmente presente, cuando menos te lo esperas te acostumbras a ellos y acabas percibiéndolos como positivos en tu vida.

Desde luego, los humanos tenemos una capacidad de adaptación increíble, nos acostumbramos a cualquier cosa, por imposible que nos parezca antes de vivirla. Y menos mal que es así.

martes, noviembre 20

Caprichos




"Caprichos en el hielo"
Aniak, AK
Noviembre 2007

¿Qué podemos agregar que no se haya dicho ya... o que sí se haya dicho?

domingo, noviembre 18

Hielo




"Hielo nuevo"
Aniak, AK
Noviembre 2007


La excursión en solitario de ayer hasta Correos fue muy agradable, pese a la sensación térmica de 47 bajo cero. El sol, el cielo azul, y la cantidad impresionante de luz que hay gracias al reflejo de la nieve hicieron el paseo estupendo. Me gusta esa combinación invernal de sol y nieve. Le da mil vueltas a la combinación de nubes y lluvia a la que estoy acostumbrada.

Me llevé la cámara al hombro y me encontré con un río ya completamente parado. Hielo amontonado por toda la superficie y agua abierta aquí y allá. Agua quieta, atrapada entre los bloques de hielo, sucumbiendo tranquilamente a la inevitable transformación que se avecina.

El hielo es absolutamente fascinante. Toma las más increíbles formas. Las cosas pequeñas y aparentemente sin importancia suelen esconder una belleza que sólo se le revela a quien tiene tiempo para pararse a buscarla.


sábado, noviembre 17

Aventurita de sábado




"Frío"
Aniak, AK
Noviembre 2007


Lo primero que miro todas las mañanas en cuanto aterrizo en la cocina a preparar el desayuno, es el termómetro que está fuera de la ventana de la cocina. Hoy me llevé un buen susto. Nada más y nada menos que 22 grados bajo cero!! Confieso que me asusta un poco salir a la calle con este frío y por eso mismo voy a hacerlo, para empezar a sacarme de encima este miedo al frío que me embarga. Como bien dijo Eleanor Roosevelt: "Ganas en fuerza, valor y confianza con cada experiencia en la cual realmente te paras a mirar el miedo de frente...a hacer las cosas que crees que no puedes hacer." En este caso, añado que también ganaré en resistencia al frío :)

Así que me voy a abrigar bien para subirme al quad y no quedarme tiesa de frío en medio minuto. Y cuando digo bien, quiero decir requetebien, porque hay que tener en cuenta de que a 30 km/h, la sensación térmica pasa de 22 a 47 grados bajo cero.

Mira tú por donde, un simple paseíto a Correos en sábado por la mañana, se convierte en un reto personal y toda una aventura!

miércoles, noviembre 7

Me gustan los lunes




"Familia"
Aniak, Alaska
Noviembre 2007


Uno imaginaría que viviendo en Alaska ha de ser difícil no tener mil y una aventuras que contar todos los días. La realidad, en cambio, es que cuando una se dedica a ser maruja y madre, sea en Alaska o donde sea, gran parte de las aventuras terminan oliendo a pañal sucio y sofrito de cebolla.

No es fácil adaptarse a una nueva vida de ama de casa después de casi 20 años definiéndome como mujer trabajadora y profesional, económicamente independiente y gastronómicamente inculta. Cambiar esa definición de mi misma por una que implica no trabajar fuera de casa, depender económicamente del marido, y cocinar todos los días conlleva una cierta dosis de reestructuración interna. Es un proceso variopinto que incluye facetas como superar prejuicios fuertemente adheridos, o desarrollar una creatividad otrora inexistente en terrenos previamente ignorados, como la cocina. Aprendizajes que le dan un toque trascendental y necesario a este proceso, cuyo lado más práctico y mundano, en cambio, resulta similar a la tarea de hacer un collar de cuentas sin haber anudado el hilo al final. Cuando crees que estás acabando el collar y lo levantas para mirarlo, orgullosa de tu trabajo, todas las cuentas ruedan silenciosamente por el suelo y no queda más remedio que volver a comenzar. Una y otra vez... sin descanso.

Y luego está la vida de madre, que no te deja más opción que reinventarte desde los cimientos. Jamás me he sentido tan en mi lugar y a la vez tan fuera de lugar e incompetente. Es tan fácil tenerlo todo clarísimo cuando no hay hijos de por medio y todo se reduce a hipótesis y teorías. Y de repente aparecen, con esas sonrisas que derriten universos, esos berrinches incomprensibles que ponen a prueba la más santa de las paciencias, y esas ocurrencias que te dejan turulata o muerta de la risa o ambas cosas a la vez. Y te cambia la vida, porque por mucho que digan que no tienen por qué cambiarte la vida, la vida te cambia irremediablemente. Para bien, para mal, para todo...

Y por fin llega el lunes, con su mala fama, trayéndome de vuelta una parte de mi ser. Una parte que dejé atrás hace un tiempo, que me sienta bien, que logra sacar lo mejor de mi misma, que echaba de menos y que reconozco como auténticamente mía. Gracias a la oportunidad de comenzar a impartir clases de yoga en el pueblo y de seguidamente atender un grupo de mujeres en el que la charla y las risas se entremezclan con las manualidades de todo tipo, la vida en Aniak está tomando otro color.

Estas recién estrenadas actividades me ofrecen mucho. Las clases me dan la oportunidad de tener una cierta vida profesional (aunque yo no sea profesora de yoga certificada y no cobre por ellas), volver a experimentar la sensación de estar colaborando al bienestar de los demás, y aprender a perderle el miedo a trabajar con grupos. El grupo de mujeres me ofrece la oportunidad de volver a trabajar con las manos, que es algo que siempre me ha apasionado y que tenía olvidado desde hace mucho tiempo. Mi primera "manualidad" está siendo un gorro al más puro estilo esquimal, de piel de zorro, para asegurarme de que al menos las ideas y las orejas no se me congelarán este invierno. Pero lo más importante es que ambos grupos me ofrecen la oportunidad de conocer a algunos de los habitantes del pueblo y empezar a tener una vida social.

Los lunes recupero una parte de mi ser que me hace falta para continuar adelante y que está siendo la clave para lograr ese precario e imprescindible equilibrio entre darse a los demás y darse a uno mismo. Equilibrio sin el cual es tan fácil perderse y acabar siendo engullido por la vida, en vez de acabar viviéndola plenamente.

Me gustan los lunes.

jueves, octubre 18

Viaje a la ciudad




Montañas en Anchorage
Mayo 2007


Hace casi 12 años, cuando aterricé en este país con la intención de quedarme sólamente un año, el primer choque cultural lo tuve al entrar en un supermercado. Yo venía acostumbrada a las tienditas chiquitas y si no recuerdo mal, lo más grande que existía por aquel entonces en mi tierra era el Día. Aquí en cambio, la gran mayoría de los supermercados eran y son macro-cadenas en las que hay un mínimo de 100 marcas diferentes de cereales. ¿Quién demonios necesita 100 marcas de cereales para escoger? Me pareció ridículo e innecesario, un ejemplo perfecto de la abundancia obscena que caracteriza a este país.

En el pueblo, Aniak, tenemos un supermercado en el que no creo que haya más de 5 marcas de cereales para escoger. Un supermercado donde los precios son desorbitados, las verduras están plastificadas, y hay mucho, mucho polvo en los estantes. Lo usamos básicamente para comprar huevos, de esos aderezados con quién sabe cuantos tipos de hormonas y antibióticos. Y sólo porque difícilmente llegarían intactos de otro modo. El resto de los víveres los compramos en la ciudad.

Una vez cada par de meses o tres, como ahora, venimos a Anchorage aprovechando algún viaje de trabajo de David. Anchorage es la ciudad que nos queda más cerca y también la más grande de Alaska, aunque no es la capital del estado. Esto es algo siempre me ha llamado la atención de este país: la ciudad más grande y más conocida de todos y cada uno de los estados nunca es la capital. Uno imaginaría que Nueva York habría de ser lógicamente la capital del estado de Nueva York. Pero no, mira tú por donde, la capital es Albany. ¿Y me quieres contar quién ha oido nunca hablar de Albany?

Como no hay otro medio de transporte posible desde Aniak, venir a Anchorage implica un viaje de hora y media en avioncito o avioneta sobrevolando tundra, ríos, lagos, montañas y glaciares. Ir a "hacer la compra" es toda una aventura: pasas horas y horas corriendo de acá para allá comprando comida al por mayor, herramientas, materiales de construción, ropa, y todo lo necesario para pasar unos meses hasta el próximo viaje a la ciudad; haces paquetes y más paquetes con todas las compras para llevarlas a correos o a alguna empresa de cargo; y regresas a casa cargado con enormes neveras de camping llenas de verduras frescas y comida refrigerada y congelada que no has podido enviar por correo por temor a un estropicio. A este estilo de ir de compras se le llama aquí "guerrilla shopping." Es un auténtico plastazo y bastante estresante, la verdad.

Pero por otro lado, el viaje a la ciudad también implica la posibilidad de comer en un restaurante, tomarse un café o una copa en un bar, ir a un parque con el crío, entrar en una tienda por el puro placer de curiosear, conducir un coche... Un montón de cosas que se dan por sentadas viviendo en la "civilización" y que hoy en día para mí son un lujo tremendo.

Nunca hubiese imaginado que el entrar en un macro-supermercado de los que me apabullaron hace años, fuese algún día a ser reconfortante para mí. Y esta sensación no sólo la siento en los supermercados, sino con la mayoría de aquellas cosas que menos me han gustado de las ciudades: el tráfico, el ruido, el asfalto, la gente desconocida que no te mira, o las innumerables líneas rectas del paisaje urbano.

Qué curiosa es a veces la paz que confiere aquello que nos resulta familiar y qué cierto resulta entonces aquel refrán que dice: "Más vale malo conocido, que bueno por conocer."

viernes, octubre 12

Mi medio ambiente




El deshielo del Kuskokwim
Aniak, Alaska
Mayo 2007


Ya que hoy es 15 de Octubre y hace unos días me apunté a esto del Blog Action Day, pues aprovecho y cuento un poco qué demonios se me ha perdido a mí en esta esquinita del mundo, porque viene a cuento de temas medioambientales.

David, el hombre con quien comparto camino y una familia chiquita y hermosa, aceptó un trabajo en enero que implicaba dejarlo todo y trasladarnos a vivir a Alaska durante un mínimo de 3 años. La decisión no fue fácil, pero la tomamos y aquí estamos. Ahora trabaja como director del Consejo de la Cuenca del Río Kuskokwim, intentando crear dicha organización desde la base. Es un pelín surrealista que un turolense se haya venido a Alaska a crear una organización medioambiental que represente los intereses de las 29 tribus Yup'ik y Athabascan que habitan a lo largo del río libre más largo del país, pero la vida tiene estas cosas. Desde luego, no es tarea fácil.

El proyecto está en sus más tiernos principios: buscando representantes de los distintos pueblos y tribus para crear la mesa directiva de la organización. La idea es comenzar a desarrollar proyectos que ayuden a la conservación de la cuenca del río. Especialmente a nivel medioambiental, pero también a nivel social y cultural. Proyectos como el control de calidad de las aguas del río y el desarrollo de programas de reciclaje de basuras están ya en sus fases iniciales. Un proyecto interesante en desarrollo es un campamento que tendrá lugar el próximo verano donde críos y abuelos compartirán unos días juntos para explorar diversas tradiciones culturales, de esas que con los efectos de la civilización occidental y sobre todo de la televisión, están poco a poco pasando a mejor vida. Si os interesa y leeis inglés, podéis visitar la página web del Consejo.

Mientras tanto, nosotros en casa intentamos llevar una vida lo más sostenible posible. Eso implica reducir al mínimo el consumo de recursos fósiles, intentar reciclar lo más posible en un lugar donde aún no existe ningún programa de reciclaje funcional, y procurarnos una parte de nuestra propia comida a base de cazar y pescar en la zona. El año que viene, con suerte, también tendremos una huerta lo suficientemete grande para darnos verduras para una parte del invierno.

De lo que resulta imposible prescindir aquí es de utilizar asiduamente uno de los mayores contaminantes y consumidores de recursos de hoy en día: los aviones. Aprendí hace poco que 1 de cada 69 personas en Alaska es piloto. Y la verdad es que no es sorprendente. La mayor parte de Alaska es como la zona de la tundra donde vivimos, sin comunicación por carretera a ninguna parte más allá del basurero que está a dos kilómetros del pueblo. Aquí al menos el mismo río se convierte en autopista de hielo durante 3 o 4 meses al año, conectando todos los pueblos de sus orillas y permitiendo a la gente desplazarse en moto de nieve o camioneta de un lugar a otro.

A mí todavía me da miedo lo de desplazarme sobre el río helado, pero me cuentan que hasta camiones circulan por encima cuando el hielo es más grueso, así que debe ser bastante seguro. Ya os contaré :)

miércoles, octubre 10

Fuego




Dentro del fuego
Octubre 2007
Aniak, Alaska



Uno de mis trabajos diarios, en esta nueva vida de madre y ama de casa a la que me dedico últimamento, es el de cuidar el fuego y mantenerlo encendido todo el día. Es nuestra única fuente de calor. Sí, hay una estufa de gasóleo debajo de la escalera, pero esperamos no usarla más que cuando las temperaturas se pongan verdaderamente extremas y bajen mas allá de 20 bajo cero. Brrrrrrr......

Vivir con fuego es una experiencia nueva para mí. Nunca he convivido con el fuego en el día a día. El fuego siempre era algo esporádico: durante las vacaciones, las acampadas, o aquellos momentos en los que una hoguerita en la chimenea le pone un toque romántico a una tarde perezosa de invierno.

Hace seis años compartí un fin de semana en grupo con un nativo Lakota que hablaba sobre "El Fuego Sagrado" en su cultura. Es un ritual que facilita el paso de los espíritus de este mundo al otro. Cuando en la comunidad muere alguien querido, un hombre de la familia enciende un fuego sagrado que ha de mantenerse vivo durante cuatro días y cuatro noches. En esta tradición, los hombres protegen el fuego sagrado y las mujeres les dan apoyo y alimento durante el proceso. El humo marca el camino y se convierte en el hilo que conecta ambos mundos.

Todos y cada uno de nosotros llevamos dentro un fuego sagrado. Su llama puede estar más o menos dormida, incluso a veces puede parecer que se ha apagado del todo. Pero no, no se apaga, ese fuego no se apaga nunca. Sigue ahí. Y espera pacientemente transformado en ámbar y escondido bajo las cenizas el momento en que estemos dispuestos a cuestionar nuestro propio vacío interior, mirarlo directamente y sentir su frío. Sólo así vuelve el fuego a chisporrotear con vida. Cuando le prestamos atención y lo cuidamos. Cuando nos cuidamos. Sólo así podemos cuidar a otros y a la vez dejar que nos cuiden.

He de cuidar mi fuego para poder cuidar nuestro fuego... He de cuidar el fuego...

sábado, octubre 6

Piel y pieles




Autora: Chío
Seattle, WA
Agosto 1997

La piel. Ese órgano que nos ofrece nuestra primera y más primordial información vital y que es el más extenso de todos los sentidos. Esa envoltura elástica que es capaz de estirarse hasta limites insospechados y luego volver (bueno, a veces) a su posición original. Esa compañera de andanzas que nos contiene, nos protege, nos separa y nos marca los límites. Esa que siempre envidié a mi hermana pequeña, porque resulta que ella heredó la de la abuela Rosa, y yo no. Esa que veo cambiar poco a poco en el espejo mientras va marcándome el paso de la vida.

Y aquí en Alaska, el contacto con otras pieles. Pieles que allá lejos, en el mundo "civilizado," jamás hubiese considerado colocar sobre mi cuerpo. Esa otra piel hermana, la piel de los animales. Tan necesaria aqui, tan en el centro de lo que es vivir en contacto con la naturaleza y con una economía mayoritariamente de subsistencia.

Creen los Yup'ik , que cuando un animal se te cruza en el camino es porque se te está ofreciendo. Y lo correcto es ser agradecido, recibir esa ofrenda, y darle caza. Eso sí, para honrar al animal como es debido, se han de aprovechar al máximo todos los recursos que ofrece. Ellos generosamente ofrecen su carne para alimentarnos, y con esa misma generosidad se le ha de ofrecer primero a los ancianos. Ofrecen también sus pieles, que se curten y se trabajan para convertirse en suaves y calientes guantes, gorros, y botas. No se desaprovecha nada, sería una afrenta al animal.

Es fácil entender que la gente del lugar esté en contra de la caza por placer, por "deporte." Esa caza que tanto practica aqui el hombre blanco, el turista que atraído por el "exotismo" de poder cazar un oso con arco en las montañas de Alaska, abandona su presa a pudrirse en el monte, decapitada y deshonrada, mientras parte orgulloso con el "trofeo": una cabeza más que pronto colgará de alguna pared en Tokio, Chicago o Madrid. Nunca me han gustado las cabezas colocadas en las paredes. Aunque al verlas aquí en el pueblo toman otro significado, como tantas otras cosas.

Es imposible ver este mundo a través de ojos "civilizados." Estoy en proceso de recondicionamiento mental para aceptar que algunas de mis verdades y mis valores tendrán que irse a hacer gárgaras durante el tiempo que pase aquí. Como todo, hay un proceso de adaptación que te transforma y nunca sabes quien vas a ser realmente al final de esa transformación.

viernes, octubre 5

Amistad




Atardecer con amigos
Playa de Queiruga, A Coruña
Agosto 2007


Esta imagen me hace pensar que las amistades que desarrollemos en Aniak y alrededores serán uno de los factores clave que determinarán hasta que punto me encontraré a gusto aquí.

Poco a poco voy empezando a socializar y a descubrir gente en el pueblo. El verano ha pasado y con él la locura que lo acompaña, el frenesí de actividades "de subsistencia" que dura unos meses, el tiempo justo entre hielos. Una vez que la pesca del salmón, la recogida de frutos del bosque, y la temporada de caza del alce han terminado en el Kuskokwim, ha empezado a helar. Así que a la vez que recogemos nuestra primera cosecha de patatas, la gente empieza a buscar entretenimientos que ayuden a pasar con alegría el duro y largo invierno.

Una de esas actividades es gimnasia 3 veces por semana en el gimnasio del colegio y voleibol 2 veces por semana en el instituto. También empieza la temporada de baloncesto y de lucha libre para los críos en las escuelas. Y otras actividades más que están en proyecto. Quiero poder aportar algo yo también y en esas estoy... ya veremos qué va pasando...

Agradezco mucho tanto desarrollo tecnológico en estos momentos. Me ayuda a sentirme cercana dentro de mi lejanía.

miércoles, octubre 3

Lugares mágicos




La Poza del Silencio
Breitenbush Hot Springs
Oregon, USA
Septiembre 2004

Este es uno de mis lugares favoritos, de los más agradables y mágicos que he conocido. Perdido en las montañas de Oregon, solía ser una antigua comuna hippie en los años 60 y 70. Hoy en día recibe a visitantes que quieren desconectar del mundo y pasarse unos días disfrutando de sus aguas termales al aire libre, de la comida biológica y sobre todo del silencio sin televisiones, teléfonos móviles, coches y prisas que caracterizan a la vida moderna.

Nuestra casa en Alaska me ha traído últimamente recuerdos de Breitenbush. Me gusta que así haya sido y lo siento como una muy buena señal. Por un lado no tenemos televisión, ni teléfono móvil, ni coche, ni prisas. Y por otro, hemos reacondicionado una antigua sauna que había en nuestro terreno y ahora funciona estupendamente. Salir del calor de la sauna a encontrarme con la noche más limpiasy con más estrellas que he visto jamás es sobrecogedor y aporta un algo de misticismo a mi vida. Salir del calor de la sauna a encontrarme con una noche de luna llena, nieve y 20 grados bajo cero es algo que seguro que viviré este invierno.




Castro de Baroña, A Coruña
Diciembre 1999


Recuerdo tardes, muy lejanas ya, subidos a los acantilados del Castro observando las olas durante horas. La fuerza de ese océano rompiendo contra las roca me absorbía por completo.

El poderío de la naturaleza es el mismo que encuentro a mi alrededor en estos momentos, aunque de forma completamente diferente. Más sutil, aunque a la vez más salvaje... y me intimida...

Allá ...



Buenos días
Castiñeiras, A Coruña
Agosto 2007

Esta imagen representa para mí lo más parecido que poseo a unas raíces, a un lugar de origen... Despertar por la mañana mirando a este mar que entra en la ría es un privilegio del que gozo desde hace unos veinte años y por el que estoy tremendamente agradecida a la vida...

En esos momentos en los que recurro a imágenes cuando necesito centrarme y encontrar mi paz, siempre suelo acabar por estos lares...

martes, octubre 2

Acá ...



Amanecer sobre el río Kuskokwim
Aniak, Alaska
Abril 2007


Necesito aprender a amar este lugar. Principalmente porque aquí voy a quedarme unos años y quiero poder sentir que durante este tiempo fui feliz. Es inhóspito y frío, pero estoy segura de que a la vez puede llegar a ser acogedor y cálido. Dependerá de los ojos con que lo mire en cada momento.

A través de la fotografía quiero comenzar este recorrido y ponerlo ahí fuera, en el cibermundo exterior, para que quien quiera compartir este camino conmigo un rato, pueda hacerlo.