jueves, octubre 18

Viaje a la ciudad




Montañas en Anchorage
Mayo 2007


Hace casi 12 años, cuando aterricé en este país con la intención de quedarme sólamente un año, el primer choque cultural lo tuve al entrar en un supermercado. Yo venía acostumbrada a las tienditas chiquitas y si no recuerdo mal, lo más grande que existía por aquel entonces en mi tierra era el Día. Aquí en cambio, la gran mayoría de los supermercados eran y son macro-cadenas en las que hay un mínimo de 100 marcas diferentes de cereales. ¿Quién demonios necesita 100 marcas de cereales para escoger? Me pareció ridículo e innecesario, un ejemplo perfecto de la abundancia obscena que caracteriza a este país.

En el pueblo, Aniak, tenemos un supermercado en el que no creo que haya más de 5 marcas de cereales para escoger. Un supermercado donde los precios son desorbitados, las verduras están plastificadas, y hay mucho, mucho polvo en los estantes. Lo usamos básicamente para comprar huevos, de esos aderezados con quién sabe cuantos tipos de hormonas y antibióticos. Y sólo porque difícilmente llegarían intactos de otro modo. El resto de los víveres los compramos en la ciudad.

Una vez cada par de meses o tres, como ahora, venimos a Anchorage aprovechando algún viaje de trabajo de David. Anchorage es la ciudad que nos queda más cerca y también la más grande de Alaska, aunque no es la capital del estado. Esto es algo siempre me ha llamado la atención de este país: la ciudad más grande y más conocida de todos y cada uno de los estados nunca es la capital. Uno imaginaría que Nueva York habría de ser lógicamente la capital del estado de Nueva York. Pero no, mira tú por donde, la capital es Albany. ¿Y me quieres contar quién ha oido nunca hablar de Albany?

Como no hay otro medio de transporte posible desde Aniak, venir a Anchorage implica un viaje de hora y media en avioncito o avioneta sobrevolando tundra, ríos, lagos, montañas y glaciares. Ir a "hacer la compra" es toda una aventura: pasas horas y horas corriendo de acá para allá comprando comida al por mayor, herramientas, materiales de construción, ropa, y todo lo necesario para pasar unos meses hasta el próximo viaje a la ciudad; haces paquetes y más paquetes con todas las compras para llevarlas a correos o a alguna empresa de cargo; y regresas a casa cargado con enormes neveras de camping llenas de verduras frescas y comida refrigerada y congelada que no has podido enviar por correo por temor a un estropicio. A este estilo de ir de compras se le llama aquí "guerrilla shopping." Es un auténtico plastazo y bastante estresante, la verdad.

Pero por otro lado, el viaje a la ciudad también implica la posibilidad de comer en un restaurante, tomarse un café o una copa en un bar, ir a un parque con el crío, entrar en una tienda por el puro placer de curiosear, conducir un coche... Un montón de cosas que se dan por sentadas viviendo en la "civilización" y que hoy en día para mí son un lujo tremendo.

Nunca hubiese imaginado que el entrar en un macro-supermercado de los que me apabullaron hace años, fuese algún día a ser reconfortante para mí. Y esta sensación no sólo la siento en los supermercados, sino con la mayoría de aquellas cosas que menos me han gustado de las ciudades: el tráfico, el ruido, el asfalto, la gente desconocida que no te mira, o las innumerables líneas rectas del paisaje urbano.

Qué curiosa es a veces la paz que confiere aquello que nos resulta familiar y qué cierto resulta entonces aquel refrán que dice: "Más vale malo conocido, que bueno por conocer."

viernes, octubre 12

Mi medio ambiente




El deshielo del Kuskokwim
Aniak, Alaska
Mayo 2007


Ya que hoy es 15 de Octubre y hace unos días me apunté a esto del Blog Action Day, pues aprovecho y cuento un poco qué demonios se me ha perdido a mí en esta esquinita del mundo, porque viene a cuento de temas medioambientales.

David, el hombre con quien comparto camino y una familia chiquita y hermosa, aceptó un trabajo en enero que implicaba dejarlo todo y trasladarnos a vivir a Alaska durante un mínimo de 3 años. La decisión no fue fácil, pero la tomamos y aquí estamos. Ahora trabaja como director del Consejo de la Cuenca del Río Kuskokwim, intentando crear dicha organización desde la base. Es un pelín surrealista que un turolense se haya venido a Alaska a crear una organización medioambiental que represente los intereses de las 29 tribus Yup'ik y Athabascan que habitan a lo largo del río libre más largo del país, pero la vida tiene estas cosas. Desde luego, no es tarea fácil.

El proyecto está en sus más tiernos principios: buscando representantes de los distintos pueblos y tribus para crear la mesa directiva de la organización. La idea es comenzar a desarrollar proyectos que ayuden a la conservación de la cuenca del río. Especialmente a nivel medioambiental, pero también a nivel social y cultural. Proyectos como el control de calidad de las aguas del río y el desarrollo de programas de reciclaje de basuras están ya en sus fases iniciales. Un proyecto interesante en desarrollo es un campamento que tendrá lugar el próximo verano donde críos y abuelos compartirán unos días juntos para explorar diversas tradiciones culturales, de esas que con los efectos de la civilización occidental y sobre todo de la televisión, están poco a poco pasando a mejor vida. Si os interesa y leeis inglés, podéis visitar la página web del Consejo.

Mientras tanto, nosotros en casa intentamos llevar una vida lo más sostenible posible. Eso implica reducir al mínimo el consumo de recursos fósiles, intentar reciclar lo más posible en un lugar donde aún no existe ningún programa de reciclaje funcional, y procurarnos una parte de nuestra propia comida a base de cazar y pescar en la zona. El año que viene, con suerte, también tendremos una huerta lo suficientemete grande para darnos verduras para una parte del invierno.

De lo que resulta imposible prescindir aquí es de utilizar asiduamente uno de los mayores contaminantes y consumidores de recursos de hoy en día: los aviones. Aprendí hace poco que 1 de cada 69 personas en Alaska es piloto. Y la verdad es que no es sorprendente. La mayor parte de Alaska es como la zona de la tundra donde vivimos, sin comunicación por carretera a ninguna parte más allá del basurero que está a dos kilómetros del pueblo. Aquí al menos el mismo río se convierte en autopista de hielo durante 3 o 4 meses al año, conectando todos los pueblos de sus orillas y permitiendo a la gente desplazarse en moto de nieve o camioneta de un lugar a otro.

A mí todavía me da miedo lo de desplazarme sobre el río helado, pero me cuentan que hasta camiones circulan por encima cuando el hielo es más grueso, así que debe ser bastante seguro. Ya os contaré :)

miércoles, octubre 10

Fuego




Dentro del fuego
Octubre 2007
Aniak, Alaska



Uno de mis trabajos diarios, en esta nueva vida de madre y ama de casa a la que me dedico últimamento, es el de cuidar el fuego y mantenerlo encendido todo el día. Es nuestra única fuente de calor. Sí, hay una estufa de gasóleo debajo de la escalera, pero esperamos no usarla más que cuando las temperaturas se pongan verdaderamente extremas y bajen mas allá de 20 bajo cero. Brrrrrrr......

Vivir con fuego es una experiencia nueva para mí. Nunca he convivido con el fuego en el día a día. El fuego siempre era algo esporádico: durante las vacaciones, las acampadas, o aquellos momentos en los que una hoguerita en la chimenea le pone un toque romántico a una tarde perezosa de invierno.

Hace seis años compartí un fin de semana en grupo con un nativo Lakota que hablaba sobre "El Fuego Sagrado" en su cultura. Es un ritual que facilita el paso de los espíritus de este mundo al otro. Cuando en la comunidad muere alguien querido, un hombre de la familia enciende un fuego sagrado que ha de mantenerse vivo durante cuatro días y cuatro noches. En esta tradición, los hombres protegen el fuego sagrado y las mujeres les dan apoyo y alimento durante el proceso. El humo marca el camino y se convierte en el hilo que conecta ambos mundos.

Todos y cada uno de nosotros llevamos dentro un fuego sagrado. Su llama puede estar más o menos dormida, incluso a veces puede parecer que se ha apagado del todo. Pero no, no se apaga, ese fuego no se apaga nunca. Sigue ahí. Y espera pacientemente transformado en ámbar y escondido bajo las cenizas el momento en que estemos dispuestos a cuestionar nuestro propio vacío interior, mirarlo directamente y sentir su frío. Sólo así vuelve el fuego a chisporrotear con vida. Cuando le prestamos atención y lo cuidamos. Cuando nos cuidamos. Sólo así podemos cuidar a otros y a la vez dejar que nos cuiden.

He de cuidar mi fuego para poder cuidar nuestro fuego... He de cuidar el fuego...

sábado, octubre 6

Piel y pieles




Autora: Chío
Seattle, WA
Agosto 1997

La piel. Ese órgano que nos ofrece nuestra primera y más primordial información vital y que es el más extenso de todos los sentidos. Esa envoltura elástica que es capaz de estirarse hasta limites insospechados y luego volver (bueno, a veces) a su posición original. Esa compañera de andanzas que nos contiene, nos protege, nos separa y nos marca los límites. Esa que siempre envidié a mi hermana pequeña, porque resulta que ella heredó la de la abuela Rosa, y yo no. Esa que veo cambiar poco a poco en el espejo mientras va marcándome el paso de la vida.

Y aquí en Alaska, el contacto con otras pieles. Pieles que allá lejos, en el mundo "civilizado," jamás hubiese considerado colocar sobre mi cuerpo. Esa otra piel hermana, la piel de los animales. Tan necesaria aqui, tan en el centro de lo que es vivir en contacto con la naturaleza y con una economía mayoritariamente de subsistencia.

Creen los Yup'ik , que cuando un animal se te cruza en el camino es porque se te está ofreciendo. Y lo correcto es ser agradecido, recibir esa ofrenda, y darle caza. Eso sí, para honrar al animal como es debido, se han de aprovechar al máximo todos los recursos que ofrece. Ellos generosamente ofrecen su carne para alimentarnos, y con esa misma generosidad se le ha de ofrecer primero a los ancianos. Ofrecen también sus pieles, que se curten y se trabajan para convertirse en suaves y calientes guantes, gorros, y botas. No se desaprovecha nada, sería una afrenta al animal.

Es fácil entender que la gente del lugar esté en contra de la caza por placer, por "deporte." Esa caza que tanto practica aqui el hombre blanco, el turista que atraído por el "exotismo" de poder cazar un oso con arco en las montañas de Alaska, abandona su presa a pudrirse en el monte, decapitada y deshonrada, mientras parte orgulloso con el "trofeo": una cabeza más que pronto colgará de alguna pared en Tokio, Chicago o Madrid. Nunca me han gustado las cabezas colocadas en las paredes. Aunque al verlas aquí en el pueblo toman otro significado, como tantas otras cosas.

Es imposible ver este mundo a través de ojos "civilizados." Estoy en proceso de recondicionamiento mental para aceptar que algunas de mis verdades y mis valores tendrán que irse a hacer gárgaras durante el tiempo que pase aquí. Como todo, hay un proceso de adaptación que te transforma y nunca sabes quien vas a ser realmente al final de esa transformación.

viernes, octubre 5

Amistad




Atardecer con amigos
Playa de Queiruga, A Coruña
Agosto 2007


Esta imagen me hace pensar que las amistades que desarrollemos en Aniak y alrededores serán uno de los factores clave que determinarán hasta que punto me encontraré a gusto aquí.

Poco a poco voy empezando a socializar y a descubrir gente en el pueblo. El verano ha pasado y con él la locura que lo acompaña, el frenesí de actividades "de subsistencia" que dura unos meses, el tiempo justo entre hielos. Una vez que la pesca del salmón, la recogida de frutos del bosque, y la temporada de caza del alce han terminado en el Kuskokwim, ha empezado a helar. Así que a la vez que recogemos nuestra primera cosecha de patatas, la gente empieza a buscar entretenimientos que ayuden a pasar con alegría el duro y largo invierno.

Una de esas actividades es gimnasia 3 veces por semana en el gimnasio del colegio y voleibol 2 veces por semana en el instituto. También empieza la temporada de baloncesto y de lucha libre para los críos en las escuelas. Y otras actividades más que están en proyecto. Quiero poder aportar algo yo también y en esas estoy... ya veremos qué va pasando...

Agradezco mucho tanto desarrollo tecnológico en estos momentos. Me ayuda a sentirme cercana dentro de mi lejanía.

miércoles, octubre 3

Lugares mágicos




La Poza del Silencio
Breitenbush Hot Springs
Oregon, USA
Septiembre 2004

Este es uno de mis lugares favoritos, de los más agradables y mágicos que he conocido. Perdido en las montañas de Oregon, solía ser una antigua comuna hippie en los años 60 y 70. Hoy en día recibe a visitantes que quieren desconectar del mundo y pasarse unos días disfrutando de sus aguas termales al aire libre, de la comida biológica y sobre todo del silencio sin televisiones, teléfonos móviles, coches y prisas que caracterizan a la vida moderna.

Nuestra casa en Alaska me ha traído últimamente recuerdos de Breitenbush. Me gusta que así haya sido y lo siento como una muy buena señal. Por un lado no tenemos televisión, ni teléfono móvil, ni coche, ni prisas. Y por otro, hemos reacondicionado una antigua sauna que había en nuestro terreno y ahora funciona estupendamente. Salir del calor de la sauna a encontrarme con la noche más limpiasy con más estrellas que he visto jamás es sobrecogedor y aporta un algo de misticismo a mi vida. Salir del calor de la sauna a encontrarme con una noche de luna llena, nieve y 20 grados bajo cero es algo que seguro que viviré este invierno.




Castro de Baroña, A Coruña
Diciembre 1999


Recuerdo tardes, muy lejanas ya, subidos a los acantilados del Castro observando las olas durante horas. La fuerza de ese océano rompiendo contra las roca me absorbía por completo.

El poderío de la naturaleza es el mismo que encuentro a mi alrededor en estos momentos, aunque de forma completamente diferente. Más sutil, aunque a la vez más salvaje... y me intimida...

Allá ...



Buenos días
Castiñeiras, A Coruña
Agosto 2007

Esta imagen representa para mí lo más parecido que poseo a unas raíces, a un lugar de origen... Despertar por la mañana mirando a este mar que entra en la ría es un privilegio del que gozo desde hace unos veinte años y por el que estoy tremendamente agradecida a la vida...

En esos momentos en los que recurro a imágenes cuando necesito centrarme y encontrar mi paz, siempre suelo acabar por estos lares...

martes, octubre 2

Acá ...



Amanecer sobre el río Kuskokwim
Aniak, Alaska
Abril 2007


Necesito aprender a amar este lugar. Principalmente porque aquí voy a quedarme unos años y quiero poder sentir que durante este tiempo fui feliz. Es inhóspito y frío, pero estoy segura de que a la vez puede llegar a ser acogedor y cálido. Dependerá de los ojos con que lo mire en cada momento.

A través de la fotografía quiero comenzar este recorrido y ponerlo ahí fuera, en el cibermundo exterior, para que quien quiera compartir este camino conmigo un rato, pueda hacerlo.