"Tambores"
Autor: David
Febrero 2008
Cumpleaaaños feeeliiiiz...
Haaappy biiiirthdaay toooo yoooou...
Haaaappy biiiiirthdaay, dear Naíiiiiiiiim...
Cumpleaaaaaaañooooos feeeeeliiiiiiiiiz
"Tambores"
Autor: David
Febrero 2008
Cumpleaaaños feeeliiiiz...
Haaappy biiiirthdaay toooo yoooou...
Haaaappy biiiiirthdaay, dear Naíiiiiiiiim...
Cumpleaaaaaaañooooos feeeeeliiiiiiiiiz
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conxuros, con o sin queimada
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"Cisnes de invierno"
Anchorage, Alaska
Diciembre 2007
La vida sigue su curso tranquilo mientras el invierno se alarga interminablemente. El frío ha remitido un poco estos días, así que andamos resbalándonos, todo lo grácilmente que podemos, por las placas de hielo que se han ido formando por todo el pueblo. Los días se están haciendo más largos muy rápidamente. Mientras en Diciembre disfrutábamos de luz sólo cinco horas al día, ahora ya son doce y en otros tres meses, serán más de veinte. Lo peor del invierno ya ha pasado, ahora sólo quedan un par de meses hasta que se derrita toda la nieve y cambie el ritmo de vida.
La rutina invernal se ha vuelto a instalar después de los incidentes post-vacacionales. Y la rutina, en esta vida de maruja y madre en Alaska que vivo últimamente, a veces no da para muchas aventuras. Por eso, ahora más que nunca es imprescindible saber disfrutar de esas cosas pequeñas de la vida. Cositas que bien degustadas, a veces son las más sabrosas.
Tengo mis ratos jugando, riendo, y simplemente estando con mi familia. Delante del fuego, o dando un paseo, compartiendo la aventura de una vida en común y la no menos intensa aventura de ser padres. Y es que un sercillo de casi dos años da para muchas risas, mucha ternura, mucha desesperación, muchas sorpresas y muchas dudas. Todo un universo de emociones y sensaciones que hoy por hoy, no cambio por nada del mundo.
También me quedo con esos paseos diarios en quad hasta correos disfrutando de esa inmensidad de cielo y espacio abierto. Siempre deseando que haya en el buzón algo más que facturas y publicidad. Porque en estos tiempos modernos que corren, cuando incluso en la tundra de Alaska hay internet y ya tan poca gente escribe cartas de puño y letra, una carta o un paquete con chorizo de la tierra y otras viandas exquisitas son siempre motivo de alegrías y celebraciones.
Imprescindibles, como no, esas horas semanales de yoga, ese recogerse hacia dentro, tomando tiempo para realmente sentir el cuerpo y reconectar con lo divino de nuestra humanidad. Por partida doble. En mis clases con mi grupito estupendo de mujeres, y en casa con David, Naím, la Tola y el Randi. Cierto es que en casa me relajo un poco menos, pero también me río un poco más.
Y qué decir de esos intercambio de masajes, de los que tengo la increíble suerte de disfrutar semanalmente. Y como disfruto tanto dándolos como recibiéndolos, el placer se multiplica. Me cuido a mí misma y a la vez cuido de la amiga que me los da a mí, de la vecina que me paga por ellos, y de David porque se lo merece. Y si le añadimos una sauna a posteriori, ya se convierte en insuperable.
No me puedo olvidar de esas artesanías varias que últimamente hago siempre que puedo, y que me ayudan a reconectar con una parte de mi vida pasada, como ya he explicado por ahí. Cierto es que al revolver en el baúl de los recuerdos, no sólo saco lo que quiero sacar, sino también aquello que irremediablemente viene pegado. Viejos dolores, viejas sensaciones y sentimientos que creía olvidados o sanados reaparecen a ratos, recordándome tranquilamente que no hay luz sin oscuridad.
Y finalmente, pero no por ello menos importante, sino todo lo contrario, esos ratos disfrutando en compañía de otras personas. Cenas con algún amigo, de esas que terminan distendidas en el salón con un vino y unas risas. O mis entrañables reuniones con mujeres, que ocupan como mínimo un par de tardes a la semana, si no más y de las que disfruto enormemente. Eso sí, mis mujeres son de lo más variopinto. Y es que aquí, donde vivimos cuatro gatos, es necesario relacionarse con todo tipo de gente, incluso con aquellos con los que no te relacionarías nunca por falta de afinidades. Porque no hay de donde escoger, así que es el sitio ideal para poner en práctica la verdadera tolerancia al prójimo.
Seguramente, David tendría muchas más aventuras que contar de este lugar. Especialmente en invierno, cuando las temperaturas hacen que la calle no sea el mejor sitio para un crío de dos años. David vive aventuras del estilo que uno imagina cuando dice “aventuras en Alaska.” Él se ha recorrido la zona haciéndose cientos de kilometros por la tundra y el río helado, pescando en hielo, avistando lobos, buscando madera, cazando alces, perdiéndose en el bosque, volando sobre el agua abierta tanto con la moto de nieve como en avioneta… Igual algún día se anima a empezar su propio blog o a compartir ocasionalmente el mío…
Yo por lo de pronto, sigo con mis propias aventuras en Alaska, aunque sean de un estilo más “interior.” Siempre procurando disfrutar de todas y cada una de ellas. Y es que quiero marcharme de aquí algún día sabiendo que fui feliz en mi destierro polar.
En el fondo, estas vidas diferentes que llevamos David y yo, son un poco como regresar al origen. A esos tiempos en los que el modo de vida hacía necesaria una clara separación de roles entre los sexos. Las mujeres cuidaban la casa, el huerto y criaban a los hijos. Vivían sus aventuras hacia dentro y entre ellas. Y los hombres exploraban y cazaban. Vivían sus aventuras hacia fuera y entre ellos.
El invierno en Alaska me muestra un ritmo vital diferente. Un ritmo que no tiene nada que ver con la vida que conocía hasta ahora. Un ritmo que no esperaba que me gustase demasiado. Pero, curiosamente, un ritmo que estoy disfrutando y que sí, sí me gusta.
PD: Por cierto, un abrazo enorme y un millón de gracias a Ivana Carina por otorgarme el premio bloguero "Internet vale un Perú" y a De Lirium Soy y a Nadie por darme el premio "Best Blog Darts Thinker." Me gusta que os guste este espacio que he creado aquí fuera (¿o es aquí dentro?) Y como siempre, me salto todas las normas de los premios a la torera.
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